9 ago 2009

Un hasta luego es mejor

Tan real y lejos de mi realidad, tan feliz y agonizante me sentí. Mi inconciente, todavía sigue amándote.

Una noche en lo lejano del indivizante horizonte comenzaron a brillar las lágrimas de sal bajo la significante luna cuarto menguante que le hacía recordar a su noche.

Tal vez ella seguía intercambiando palabras con su cruel pasado, pero sólo en sus sueños, en sus alucinaciones... lo veía. No dejaba que el pasado muera en un historial, recreaba su versos tal cual le recitaba en lápiz y papel, tentándola más y más a lo que nunca había abandonado, convirtiéndola en adicta de algo que nunca pudo saborear.

Quizás su dolor de una tarde lluviosa nunca se irá, pero debe comprender que la palabra existencia está vigente en el ayer y el hoy, aunque digan que para creer no hay que ver... Él nuevamente de la nada volvió a su vida e intentó conquistar las heridas derramadas de aquella especie de Cenicienta. Los escritos pueden demostrar algo del malestar, pero los hechos lo traducen mejor.

Persiguiéndola, bajo la lluvia eterna la encontró, un día donde las nubes eran reinas del cielo y ella, acobijada en un árbol inconciente estaba. De repente despertó y creyó que el encanto de su alucinación seguía, hasta que él le juró el valor, jugó su as, profundamente la observó, rozó sus labios y volvió a escapar. Ella en ese instante comprendió que vivía en la realidad porque sólo en sus sueños habia un final feliz.

Aunque él inconcientemente todavía la aclama cada noche por su nombre y juega a retarla al desafío de una vez más, ella lo incomprende pero trata de acobijarse nuevamente en ese árbol para sentir que todavía la palabra nosotros resuena en sus ojos vacíos, entre las paredes de su sentimiento.


Agustina

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